la última ballena, una joya medieval y un peine algo oxidado
comienza la caza

14 de mayo de 1901.
Nueve de la mañana.
Una ballena hace acto de presencia ante la barra de Orio.
Repican las campanas y se escuchan gritos de BALEA BALEA!.
Las traineras se echan a la mar.
Comienza la caza.
Los remos cortan la bruma en dirección a aquel lomo oscuro, enorme, majestuoso. Durante horas la ballena nada con desesperación, acosada por gritos y arpones. Cada impacto abre su carne.
El agua se vuelve espesa, roja, caliente.
Cuando al fin se rinde, exhausta, la arrastran a tierra con sogas. Ya en la playa, aún palpitando, los cuchillos hacen su trabajo. La carne se reparte entre los vecinos del pueblo. Pero eso no es todo. La grasa se derrite en grandes calderas para obtener el preciado aceite, que servirá para encender lámparas, hacer funcionar engranajes y fabricar jabones. Sus bigotes, duros y flexibles, acabarán en corsés, abanicos y paraguas de las más elegantes damas. Sus huesos se usaran en herramientas, incluso en arte sacro.
Nada se desperdicia.
El penetrante y rancio olor del aceite quemado junto con el de la sangre, la sal y la muerte se mezcla en el puerto con la alegría de los vecinos.
Cazar una ballena siempre es motivo de celebración
No lo saben aún.
Esta es la última ballena que se cazó en aguas vascas.
Aún así, os confesamos que al comenzar la ruta es imposible no mirar al mar y dejar volar nuestra mente, imaginando que allí, a lo lejos, una aleta en forma de «V» acaba de asomar en el horizonte. Y quién sabe, a lo mejor puede que haya sido verdad, y si no mirad lo que nos muestra el quipo de verballenas.
NO APRENDEMOS. Hoy es el turno del lobo. Lo perseguimos con la misma saña. Con rifles, trampas o veneno. Ahora cazamos lobos con la excusa de "una buena gestión". Pero es exterminio. El lobo molesta porque no obedece, porque nos recuerda que la tierra no es solo nuestra. Algún día lo lamentaremos. Y será demasiado tarde.
calzada de aganduru

Continuamos, ganamos altura y pronto abandonamos la pista principal para tomar la antigua vía medieval de Aganduru.
Disfrutamos de la subida porque estamos pisando la calzada mejor conservada de Gipuzkoa. Data del siglo XII y ha sido declarada conjunto monumental. «Bonjour!» nos saluda una pareja, la vieira que llevan en la mochila les delata, van camino a Santiago por la costa. A estos les queda algo más que a nosotros para llegar a su destino…
En cualquier caso, todas las personas que pasamos por aquí disfrutamos de esta magnifica calzada y prestamos atención para encontrar las rodaduras de los carruajes que pasaron por aquí hace muchos años.
El camino ahora se suaviza, avanzamos sin dificultad hasta que divisamos, a lo lejos, unos vagones de madera que serpentean alrededor de una prominente cima al más puro estilo de la Belle Époque. Se trata de la montaña suiza (que no rusa) del Parque de Atracciones del Monte Igeldo. Eso significa que nuestra etapa está llegando a su fin. Y es que Donostia aguarda a los pies de esta montaña.
Para bajar dos opciones: caminando o a bordo de un funicular.
Nosotros elegimos la primera alternativa, pero si hay alguien que todavía no ha montado en el funi de Igeldo, le recomendamos la segunda opción.
Descender los 160 metros de desnivel en los vagones de madera originarios donde años atrás apoyó sus posaderas la mismísima Reina María Cristina, es toda una experiencia. Y es que este funicular lleva en funcionamiento desde el 25 de agosto de 1912.
R-E-P-I-T-O: 1912.
donostia

Y ahí está Donostia, tan elegante como siempre, con sus señoriales villas, sus olas urbanas, sus arenales y jardines…
Pero antes de tomar el paseo marítimo de La Concha, nos salimos de la ruta para mostraros nuestro rincón favorito de esta ciudad: HAIZEAREN ORRAZIA (el peine del viento).
Tres esculturas de Eduardo Chillida. Tres moles de acero colocadas estratégicamente al final de la Playa de Ondarreta para que los fuertes vientos del noroeste entren “peinando” la ciudad.
Al igual que a su creador, a nosotros también nos gusta venir a este lugar para disfrutar del embate de las olas.
NO SON TRES, SINO 23.
Así es, os hemos contado que el Peine del Viento son tres esculturas de Chillida. Pero no es cierto. El escultor realizó 20 más.
De hecho, el nombre original de la escultura que tenemos delante es “EL PEINE DEL VIENTO XV”. Es decir, ocupan el decimoquinto puesto de una serie de 23 esculturas.
El artista comenzó a esculpirlas allá por 1952, pero no fue hasta 1977 cuando por fin Chillida creó la obra definitiva y se la regaló a su ciudad natal. Aún así, continuó trabajando en su diseño hasta 1999 realizando un total de 23 obras diferentes. Algunas de ellas pueden verse en el Reina Sofia de Madrid, en el Palacio de la Unesco de París o en el Chillida Leku de Hernani.
Nos gusta habernos desviado a este lugar rodeado de magia: el Flysch a nuestra espalda, el mar de frente y la bahía de la Concha a la derecha.
Sin duda, un lugar privilegiado.
Aún así , podemos subir todavía más el nivel al final de nuestra caminata, ¿qué nos decís?

Podemos sentirnos como auténticos señoritos de la Belle Époque en la Talasoterapia de La Perla. Tal y como lo hacía a comienzo del siglo XX la aristocracia europea, podemos relajarnos y recibir tratamientos de agua marina (tranquilidad, hoy no hace falta vestir de encaje ni llevar sombrero de plumas, con unas chanclas y un bañador, es suficiente).
¿MOCHILA PREPARADA? ¿BOTAS DE MONTE LISTAS? ¡SÓLO HAY QUE DARLE AL CLICK!
Si queréis realizar esta ruta, la tenemos lista para descargar 👉 12. etapa: ORIO – DONOSTIA
Sabemos que estaríais una semana (por lo menos) en La Perla eligiendo tratamientos y rituales, pero, lo sentimos, no hemos venido (solo) a eso, nuestra ruta continua 👉 la etapa 13.