13. donostia – pasai donibane


una brecha, un faro de plata y un astillero muy loco


¿Todavía os dura el mood relax total de La Perla?

Nos alegramos mucho, pero sentimos deciros que se acaba lo bueno.

Toca ponerse de nuevo en modo caminata.

La ruta de hoy es corta, así que no queremos escuchar excusas.

una grieta en la muralla

a Bretxa de Donosti. Imagen del museo de San Telmo.

Avanzamos por el paseo marítimo de La Concha. Miremos donde miremos, ahí está, esa elegancia intacta que desprende la ciudad, sus fachadas impecables, ese olor a mar… No hay nada que nos haga sospechar que caminamos sobre cenizas…

Y es que el 31 de agosto de 1813, la estampa que ofrecía Donostia era bien distinta. Un incendio la calcinó de arriba abajo. El motivo: durante la Guerra de la Independencia las tropas inglesas y portuguesas entraron a la ciudad para «liberarla» de los franceses.

O eso creíamos porque lo que ocurrió ese día de verano no fue una liberación. Fue un incendio masivo, un saqueo despiadado y una oleada de violencia que arrasó la ciudad casi por completo.

Las tropas anglo-portuguesas se colaron a través de una grieta en la muralla, la bretxa. Los supuestos aliados arrasaron la ciudad: saqueos, incendios, asesinatos y violaciones. Donostia fue liberada a golpe da sangre y fuego.

La bretxa, por lo tanto, no es sólo una ruptura en la muralla, también es una herida en la historia, una cicatriz que nos recuerda que bajo ese halo de elegancia que desprende Donostia, se esconde una ciudad resistente. Una que supo renacer de sus cenizas.

Si os habéis quedado con ganas de saber más detalles sobre esta historia, tenemos la solución 👉 la escritora Toti Martinez de Lezea nos lo cuenta en La Brecha. Más que una novela histórica, es una bofetada literaria. Una que nos recuerda que las verdaderas protagonistas del desastre fueron las mujeres. Mujeres sin nombre en los libros de historia y que en esta novela recuperan su voz y su memoria.

LA BRETXA. 
Hoy en día no queda nada de aquella fractura en la muralla por la que se colaron las tropas anglo-portuguesas. Sin embargo, esa grieta marcó el lugar donde posteriormente se establecería el mercado más emblemático de Donostia. No es casualidad por lo tanto, que este mercado se llame: LA BRETXA. , debe su nombre a las brechas que se abrieron en las murallas de la ciudad durante las invasiones del siglo XVIII y XIX. Estas brechas, una en 1719 por el Duque de Berwick y otra en 1813 por fuerzas anglo-portuguesas, marcaron el lugar donde posteriormente se establecería el mercado.

Nos hemos entretenido un poco cruzando Donostia.

Hace calor y nos hemos pegado un baño.

Zapatillas de monte, mochila y mallas… La verdad es que nuestro outfit desentona un poco con la gente que camina por el paseo de la Concha. Un turista nos pregunta si estamos haciendo el Camino de Santiago. Le decimos que si, que como somos vascos hacemos el de ida y el vuelta….

Pasamos junto al Ayuntamiento, testigo del esplendor veraniego de la Belle Époque, y nos dirigimos al puerto donde unos chavales se bañan en el espolón. Continuamos, a la izquierda el Museo naval, a la derecha el Aquarium, prometemos volver otro día para saludar a las estrellas del reciento: dos enormes tiburones toro de aspecto inquietante. Aunque a mi lo que realmente me apetece es ver el mayor de los tesoros expuestos: el esqueleto de la ballena suspendido en el techo como si se tratase de una aeronave de 12 metros de longitud.

Lejos ha quedado la Donostia de los siglos XVI y XVII, aquella ciudad portuaria, frecuentada por balleneros , arponeros, capitanes y corsarios, con sus levitas embreadas y pendiente en la oreja. Gente ruda llegada de todas partes con dinero fresco en el bolsillo y muchas ganas de gastarlo. Imaginamos las tabernas donde se bebía lago más fuerte que la sidra, se cantaba y se contaban fascinantes historias de lugares lejanos, monstruos marinos y legendarios lobos de mar.

Se nos está haciendo un poco tarde…

Dejamos el puerto atrás y nos dirigimos hacia la desembocadura del Urumea, cruzamos el famoso puente de Zurriola (ese que siempre que hay temporal sale en el Teleberri) y nos despedimos de la última playa de la ciudad y nos preparamos para la subida, cortita pero intensa, hacia el monte Ulia. La recompensa es inmediata, miradores, el sol poniéndose, la ciudad de fondo…

un faro de ¿plata?

El Faro de Plata ya se ha encendido

Un cómodo paseo a través del bosque nos acerca al Faro de Plata, construido contra las paredes casi verticales del acantilado.

Ha comenzado a anochecer y el faro ha encendido su linterna. Un destello blanco cada 20 segundos que puede verse a más de 17 millas náuticas. Y aunque, ya no gira como lo hacía allá por 1855 (ha sido automatizado, ni los faros se libran del teletrabajo), sigue siendo un icono.

Su nombre suena glorioso, como a cofre de pirata, a lingotes ocultos bajo las piedras…pero no. Lo sentimos. No hay plata. Nunca la hubo. Pero dicen que, con la luz de la luna la espuma del mar se refleja en esta torre blanca como si algún dios marino lo hubiera cubierto con purpurina.

Y con lo tarde que se nos está haciendo casi nos da la oportunidad de comprobarlo…

un astillero muy loco

Albaola: una historia muy interesante

Es el momento de encender la linterna del móvil, entre helechos y miradores (que con la luz del día deben de ser preciosos), descendemos por unos escalones que serpentean ladera abajo hasta alcanzar el puerto de San Pedro. Podríamos describirlo como un pequeño fiordo (con perdón de los noruegos) que constituye un magnífico puerto natural. Desde aquí zarparon, hace muchos años, expediciones pesqueras a Terranova en busca de ballenas y bacalao.

Pasamos junto a un modesto astillero, el cartel de la entrada dice «Albaola», nada hace suponer que en su interior nos espera una historia que llegó a ser portada del National Geographic.

En este astillero están reconstruyendo en directo y frente al público, la nao San Juan, un navío vasco que se hundió en 1565 en Canadá. Pero no de cualquier manera, no. Gracias a gente tan interesante como Xabier Agote y a las personas voluntarias que se han involucrado en este proyecto, lo están reconstruyendo a mano, tal y como se hacía en el siglo XVI. Utilizan métodos, herramientas y materias primas históricos y cuentan con el patrocinio de la UNESCO.

Desde luego que os lo vamos a explicar como se merece 👉 AQUÍ.

Pero se nos está haciendo muy tarde y todavía tenemos que coger la txalupa que nos llevará al otro lado de la bocana del puerto, a Pasai Donibane.

¿Cruzamos?

¿MOCHILA PREPARADA? ¿BOTAS DE MONTE LISTAS? ¡SÓLO HAY QUE DARLE AL CLICK!

Si queréis daros un baño en Donostia, disfrutar de los miradores de Ulia y visitar Albaola ¡adelante! tenemos lista para descargar 👉 13. etapa: DONOSTIA – PASAI DONIBANE

¿Ganas de más? perfecto! Tenemos preparada la próxima aventura, una de las etapas más exigentes de Talaia Bidea 👉 la etapa 14.


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