Petra by night


DICEN QUE HAY LUGARES QUE TE QUITAN EL ALIENTO.

PETRA, DE NOCHE, DIRECTAMENTE LO SECUESTRA, LO EMBOTELLA EN UNA TINAJA NABATEA, Y TE LO DEVUELVE SOLO SI PROMETES NO DECIR “ESTO ES SUPER INSTAGRAMEABLE”.

Petra “By Night»

Cuando cae el sol sobre Wadi Musa, y las temperaturas pasan de “horno en modo pirolítico” a «horneado a fuego lento», los turistas se disuelven. Huyen hacia sus hoteles sudados, agotados y emocionalmente vencidos.

Y Petra se queda sola. Aunque todavía guarda un as en la manga.

El Siq alumbrado por la luz de las velas

Mientras los demás descifran el menú del buffet o renegocian con su aire acondicionado, nosotros caminamos por el Siq preguntándonos si ese desfiladero ha sido esculpido por la naturaleza o algún tipo de brujería.

Las primeras constelaciones aparecen en el cielo y la única evidencia de luz es el centelleo de las velas que nos acompañan. Silencio. Ni rastro de selfies mal encuadrados, ni sombreros de Indiana Jones innecesarios. Solo silencio. Aquí manda la penumbra y una reverencia tácita.

El eco de los pasos y la sensación de que estás cruzando no un cañón, sino un portal. Un portal a otro mundo. Parece que se oye una flauta ¿será una alucinación causada por el calor?

Pero llegamos al final, el Siq se abre y aparece Al-Khazneh, el Tesoro, iluminado tenuemente por cientos de velas, como un sueño tallado en piedra rosa.

Las luces y las sombras danzan sobre la antigua fachada de arenisca al ritmo de una flauta y un rebab. Negros, almendrados, medio ocultos tras el kufiyya, con ese brillo que solo tienen quienes han visto demasiado cielo y poca pantalla, los ojos de un beduino nos invitan a sentarnos en el kilim mientras nos ofrece un té.

No hace falta hablar.

No hay ningún motivo para interrumpir el sonido de este ritmo.

Petra a la luz de las velas es pura magia.

Cuentan que en noches como esa, los antiguos espíritus nabateos salen a curiosear. Que los ecos no siempre son lo que parecen. Que si miráis bien, una reina antigua puede estar mirándonos de vuelta desde las sombras del Tesoro.

¿Le habrán echado algo a este té?

Y aunque este tinglado dure apenas una hora, el hechizo se quedará con nosotros para siempre.

Salimos del desfiladero sin hablar, en parte por respeto, en parte porque no sabemos bien qué decir.

Petra, de noche, no es para contarse.

Es para quedarse callada, sonreír con cara de “no sabéis lo que os perdisteis” y tener la satisfacción de quien sí se quedó a ver el final de la historia.

Así que gracias a los turistas apurados por cenar temprano y ver Netflix.

Más sitio para los que elegimos quedarnos.

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