aramotz


ENTRE EL VALLE DE DIMA Y EL PARQUE NATURAL DE URKIOLA ENCONTRAMOS UNA SIERRA ALGO DESCONOCIDA.

AQUÍ DOMINA EL PAISAJE KÁRSTICO, ABRUPTO, Y UN MONTÓN DE SECRETOS QUE ESTAMOS DESEANDO DESVELAROS.

Llegando a la cima de Leungane

LEUNGANE (1.009 m)

Un buen plan para esta tarde

Esto no suele ocurrir habitualmente. La cima más elevada de una sierra es la más desconocida. A Leungane le restan protagonismo sus vecinos Mugarra o Errialtabaso. Y eso está muy bien. Eso significa que podemos disfrutar de una montaña escondida, secreta, con unas vistas txulis pirulis.

Se puede subir desde varios puntos diferentes (os los iremos desvelando poco a poco). El primero que os proponemos es desde la ermita de Baltzola (Dima). Si queréis descubrirlo, es AQUÍ.


ERRIALTABASO (1.018 m) e IZOZTEGI (915 m)

La cima de Errialtabaso rodeada por las hayas.
Atardecer en el Izoztegi

Errialtabaso, Ezkumendi, Kanaleko, Arrietabaso… diferentes nombres para denominar a la cima más alta del macizo de Eskuagatx. No pertenece propiamente a Aramotz, pero debido a su cercanía entre ambas sierras y a los secretos que aguardan ser escuchados, no queremos dejarla pasar por alto.

Antes de encarar la cima que corona la sierra y adentrarnos en el caótico karst envuelto por el siempre misterioso hayedo, llegamos a un collado herboso, como si fuera un oasis, se extiende apetecible entre el terreno rocoso. Aprovechamos para visitar las ruinas de Neberazarra, que como su propio nombre indica se trata de un antiguo nevero donde se almacenaba el hielo que abastecía a los pueblos de alrededor. Un poco más adelante y sin apenas esfuerzo alcanzamos la cima de Izoztegi, entendemos que su nombre tampoco es casualidad (lugar donde se hace hielo). Si no podéis esperar más para adentraros en esta sierra, es AQUÍ.


EL ÚLTIMO OSO. 
El oso pardo y los humanos han compartido estas tierras durante miles de años. Las pinturas rupestres en la cueva de Ekain, apellidos y topónimos originados de la raíz 'arza' (de hartza, oso en euskera) y multitud de historias antiguas dan fe de la abundante población de plantígrados que hubo en Euskal Herria.
Pero cuando la ganadería se convirtió en la base de la economía doméstica, se persiguió, sin misericordia alguna, a los osos y a cualquier otra especies que pudiera resultar amenazante (gatos monteses, tejones, garduñas, martas, zorros, lobos, jinetas...)
Hasta que a finales del siglo XIX abatieron en las estribaciones de Eskuagatx al último oso de Euskal Herria.
Ocurrió una noche de luna llena, el 30 de agosto de 1871, en el agrestre roquedo de Ezkilarri.
Juan Cruz de Bizkarra, despiadado vecino de Mañaria, exterminó con sus trampas, lazos y cepos un gran número de animales salvajes.
Y este oso no se le iba a escapar. Lo vigiló hasta descubrir que, tras sus excursiones nocturnas, al amanecer se retiraba a su guarida pasando por Ezkilarri. Y fue allí donde le tendió una emboscada.
Bizkarra, junto con otros 5 hombres, puso una cabra atada al camino cercano a Eskilarri y se escondieron bien armados.
A eso de las cuatro de la mañana oyeron los rugidos del oso y los gemidos de la víctima y el matador se preparó; apoyó bien la escopeta sobre una roca y apuntó a la cabeza. El oso cayó fulminado, sin ningún movimiento. La bala le había entrado por el ojo derecho y le había salido por detrás de la pata izquierda, atravesándole el cráneo, cuello y pecho.
Se dice que el animal pesó ocho arrobas y ocho libras (aproximadamente 96 kilos, un peso bastante modesto para el oso pardo pirenaico); que su carne se vendió en Bilbao, a dos reales la libra, mucho más cara que la carne de buey en aquella época, y que la piel fue destinada a la clase de Historia Natural del Instituto Vizcaíno.
A Bizkarra, como valiente salvador de niños y ganados, le gratificaron con una onza de oro (dieciséis duros, ochenta pesetas) y un diploma que rezaba «El Ayuntamiento de la Anteiglesia de Mañaria a D. Juan Cruz Bizkarra para perpetua memoria y como prueba de agradecimiento por el oso que mató en la peña de Ezkilarri a las cuatro de la mañana del día 30 de agosto de 1871».
En Ezkilarri una placa de mármol recuerda el fatal incidente y recuerda al último oso abatido en tierras vascas.

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