LAS TUERCES
HOY NOS VAMOS DE RUTA: RECORREMOS LAS TUERCES, UN LABERINTO PÉTREO DENTRO DEL GEOPARQUE DE LAS LORAS (PALENCIA)

Situémonos

Las Tuerces se encuentran en la pequeña localidad de Villaescusa de las Torres, al noreste de la provincia de Palencia, muy próximas a Aguilar de Campoo.
Podríamos decir que estamos ante la prima hermana de La Ciudad Encantada de Cuenca o del Torcal de Antequera (Málaga). Por lo tanto, ya sabéis (más o menos) de qué va la cosa.
Las Tuerces son un caos rocoso repleto de coquetos paredones, callejones con y sin salida, cuevas, cortados, hoyas por doquier y formaciones pétreas que son pura fantasía.
Tanto es así que este monumento geológico, protegido por la UNESCO desde el año 2017, está integrado dentro del Geoparque de las Loras.
PERO...¿QUÉ NARICES ES UN GEOPARQUE?
Todos conocemos la existencia de Parques Naturales, Reservas de la Biosfera y demás espacios protegidos donde la biodiversidad se preserva en base a la protección del territorio.
Los geoparques, en cambio, protegen lugares de interés geológico desde un punto de vista científico, educativo, estético y/o de rareza, pudiendo incluir áreas terrestres, marítimas o subterráneas. Se trata de ventanas al pasado de la Tierra que nos enseñan los procesos y acontecimientos que ocurrieron hace millones de años, así como los animales y plantas que poblaron nuestro planeta.
En la actualidad España cuenta con 18 geoparques y puede que Las Loras, sea uno de los más misteriosos. Si queréis descubrir por qué sólo tenéis que seguir leyendo.
Un paisaje muy peculiar



Ahí va la historia geológica tras el laberinto de piedra (para las personas que no somos geólogas):
Hace unos 90 millones de años, en pleno Cretácico Superior, esta zona estaba cubierta por un mar poco profundo. Allí se fueron depositando sedimentos marinos, sobre todo caliza (piedra formada por restos de organismos marinos y carbono cálcico).
Cuando Iberia y Europa colisionaron hace millones de años, la magnitud del choque empujó el terreno hacia arriba convirtiendo ese fondo marino en este altiplano rocoso en forma de “mesa” conocido como Lora.
Y a partir de ahí, entra en juego la erosión caprichosa que ha modelado con mucha paciencia este paisaje surrealista único en Castilla y León.
¡Vayamos al lío!


Tenemos la teoría, si.
Pero hemos venido a jugar.
Así que nos calzamos las zapatillas y dejamos volar nuestra imaginación para perdernos entre rocas que parecen setas gigantes, arcos, pasadizos tallados por el agua y callejones laberínticos.
Al principio, nada fuera de lo normal, atravesamos el típico pueblo de la «España Vaciada” y ascendemos por la ladera de la lora.
Parece un paseo más pero poco a poco notamos que aquí pasa algo raro…
El paisaje empieza a retorcerse y el aire ha cambiado.

Una enorme mesa monolítica y solitaria con forma de seta colosal aparece ante nosotros. Se trata de Peña Mesa, probablemente la roca más representativa de este monumento natural. Un guardián petrificado que nos da la bienvenida a un reino secreto, o… ¿tal vez nos advierte de que no se nos ocurra cruzar su territorio?
Sea como fuere, no pensamos quedarnos con la duda: respiramos hondo y avanzamos con todos los sentidos alerta.
No hay nadie.
El silencio se hace denso, roto solo por el sonido de nuestros pasos.
Estamos solos y “menos mal», pienso, porque como vea algo moverse, me da un patatús.

El paisaje empieza a retorcerse. Las paredes de roca se levantan a ambos lados, altas, rugosas, y no están ahí sin más. No. Parecen figuras congeladas: monstruos de piedra, un gigante sentado, ojos que nos observan…
Avanzamos, el pasadizo se estrecha y al otro lado, un tipo viene hacia nosotros. Al cruzarnos, compartimos la buena costumbre de saludar a la gente con la que te cruzas en el monte. Y entonces nos dimos cuenta de que él iba igual de pálido que nosotros. Eso quiere decir que al otro lado del pasadizo las rocas van a seguir observando nuestros movimientos.
El sol se está poniendo y las sombras que proyecta en algunos de los pasadizos nos juegan alguna que otra mala pasada, o eso creemos…
El viento sopla entre las grietas y nos eriza la piel. No sabemos si es el frío o la sensación de estar dentro de un laberinto que no quiere que salgamos tan fácilmente.

Y justo cuando pensamos que lo hemos visto todo, llegamos a un claro desde donde se abre el mundo: el horizonte de Palencia a nuestros pies donde, como no, resaltan las cimas del Curavacas y el Espigüete. Pasamos junto a una roca con forma de cabeza de reptil a la que han apodado La Tortuga (realmente se llama el Cornisoto, y su cima es el punto más elevado de Las Tuerces, con 1.081 metros de altura).
Parece que hemos superado la prueba de atravesar este paisaje encantado sanos y salvos.
Ponemos rumbo al pueblo y mientras nos alejamos de estas caprichosas formaciones, el viento parece susurrar a nuestras espaldas: “volveréis”.
Y sonriendo ambos decimos: POR SUPUESTO.
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✅ Al amanecer o al atardecer.
La luz convierte las piedras en esculturas doradas y el sitio gana un aire místico. Además, habrá menos gente (y eso si que es lo mejor mejorcito de esta experiencia).
✅ Deambular sin rumbo.
Dejarse llevar de un callejón al siguiente, traspasar arcos, gatear por pasadizos… esa es la verdadera gracia de conocer este espectacular paisaje.
✅ Silencio obligatorio
Como siempre que estamos en la naturaleza, por favor, S-I-L-E-N-C-I-O. Si tenemos la suerte de pasear sin ruido tendréis la sensación de haberos perdido en una ciudad a la que la maldición del tiempo hubiera convertido en roca y a vosotros en sus únicos habitantes. No es broma, haced la prueba y nos contáis.
✅ Olor a galletas.
No me he vuelto loca. Si el viento juega a vuestro favor, desde lo alto de las Tuerces, puede llegaros el dulce aroma de galletas recién horneadas de la fábrica de Gullón de Aguilar de Campoo.
✅ Escuchar el viento.
Cuando estéis cavidades o en pasadizos vais a oír ruidos a vuestras espaldas. Os parecerá que son pisadas, pero no, es el viento que a veces nos juega malas pasadas… Si conseguís sacar una foto sin daros la vuelta, contádmelo por favor. Yo no lo he conseguido…
✅ La ruta circular.
Dejad las sandalias de mercadillo para otra ocasión, calzaos las botas de monte y descargaos nuestra ruta de Wikiloc 👉 RUTA POR EL CAOS ROCOSO DE LAS TUERCES.
Volver al mundo real

Después de la adrenalina y el misterio de Las Tuerces, toca bajar revoluciones. Y nada mejor que una visita exprés a Aguilar de Campoo, un pueblo que mezcla historia, cultura y un puntito dulce.
A pesar de su tamaño, cuenta con un castillo medieval en las alturas, desde donde podremos flipar con las vistas. También una Colegiata (la de San Miguel) una de tantas joyas románicas que nos esperan en esta provincia. Y como colofón final, los pasteles de arroz de las monjas del Convento de Santa Clara (no es broma, esos pasteles hacen que una atea como yo rece cada vez que viaja a Aguilar de Campoo por que el convento esté abierto y queden los pasteles divinos).

Y si el calor aprieta… nada mejor que un baño en el embalse de Aguilar. Un chapuzón con vistas a las montañas para terminar el día de la mejor manera posible.
¿GANAS DE MÁS?
Muy cerquita de Las Tuerces encontramos rincones que bien merecen una visita. Echadles un vistazo, seguro que os animais con alguno:
- Botas de monte y mochilas preparadas para visitar LA MONTAÑA PALENTINA