rubjerg knude


Rubjerg Knude, la curiosa historia de un faro abandonado


Despedir Noruega desde el puerto de Kristiansand. Embarcar en el último ferry de este viajazo. Esperar. Mucho. Aceptar que el ferry no va a salir a la hora estimada. Contagiarse de la serenidad de los nórdicos ante imprevistos. Disfrutar en la cubierta de un concierto improvisado por una pareja de músicos. Revolverme con mi percepción del tiempo que pasa tan despacio y a la vez, vuela. Escuchar tras dos horas y media que los motores, por fin, se ponen en marcha. Surcar el Mar del Norte. Respirar el salitre. Negociar con el viento. Rendirme ante su insistencia. Llegar a Hirtshals: ¡Hola de nuevo, Dinamarca! Salir del ferry montados en la furgo. Cantar Don´t stop me now como si fuéramos el mismísimo Freddie Mercury. Encontrar una zona txuli para dormir. Saludar a la luna llena. Enseñarle el culo, no nos malinterpretéis, es un signo de agradecimiento. Pedir un deseo. Este es fácil: «Volver pronto a estas tierras vikingas». Desplegar la cama de la furgo. Ser conscientes de que este viaje está llegando a su fin. Divagar hasta quedarnos dormidos. Abrir los ojos antes de que amanezca. Ver en el horizonte cómo sale el sol. Saborear el café recién hecho. Calzarse las Merrel. Caminar por las dunas antes que el mundo despierte. Divisar a lo lejos el faro…

UNA JOYA ABANDONADA
Rubjerg Knude es un acantilado al norte de Dinamarca que se formó hace 28.000 años, cuando el hielo que descendía desde Noruega arrastraba capas de arcilla y arena a través de tierras heladas. Por eso esta arena es amarillenta y no blanca (a diferencia de la arena de la playa que está a nuestros pies).
Y en la parte más alta de este terreno salvaje y dinámico se construyó en 1900 el faro de 23 metros de altura.
Con el paso del tiempo el viento hizo que la arena se acumulase alrededor del faro. Tomaron medidas para controlar la desviación de arena, pero la duna creció tanto que el faro ya no era visible desde el mar. Por lo que en 1968 no hubo más remedio que abandonarlo.
La duna cada vez más grande y la pendiente del acantilado más y más degradada, hacen que la costa se mueva gradualmente hacia el interior (se calcula que unos 2 metros al año). En el 2018 el faro estaba tan cerca del precipicio que tuvieron que tomar una rápida y curiosa decisión.
El 22 de octubre de 2019 el faro rodó en "patines" sobre un sistema de raíles y gatos hidráulicos a 12 metros por hora. En unas horas alcanzó su nueva ubicación, 70 metros alejado del acantilado. Esta hazaña convirtió al viejo faro de Rubjerg Knude en toda una estrella.
Estiman que durante 30 años podrá mantenerse a salvo. Aunque la próxima vez que el peligro de derrumbe vuelva a aparecer, estará preparado para otra vuelta en patines.

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