«SI NO CREÉIS EN LA MAGIA ES PORQUE TODAVÍA NO HABÉIS VISTO EL CIELO ESTRELLADO DEL DESIERTO»

A medida que avanzamos hacia el sur, los valles son cada vez más cobrizos, las ciudades menguan, el cauce de los ríos es cada vez más escaso y los oasis son más difíciles de ver.
Señal de que dejamos atrás la ruta de las mil kasbahs para adentrarnos en el Sahara más puro, dejando el testigo a los pueblos más pequeños, en la mayoría de los casos, sólo accesibles mediante pistas de arena.
Arena. Arena ardiente, arena hasta donde alcanza la vista. La carretera se detiene y nosotros con ella. Bienvenidos a Erg Chebbi, el campo de dunas más grande de Marruecos.
Un 4×4 nos hace un guiño invitador para cruzar este terreno inhóspito. Y aceptamos la invitación para dejar atrás el mundo que conocemos y adentrarnos en otra realidad: una en la que las tradiciones ancestrales aún se mantienen vivas.
Un paseo entre dunas
Nuestro modesto campamento nos espera: Varias jaimas tradicionales dispuestas en círculo, tal y como lo hacen los nómadas amazigh.
Una alfombra desgastada nos guía hasta el centro del campamento donde nos ofrecen un humeante whisky bereber, parece que el té verde a la menta es la mejor manera de combatir el calor y los camellos preparados para llevarnos, cual caravana de comerciantes a surcar este mar de dunas.
Mi camello se llama Tumert que significa «felicidad».
Precisamente lo que yo siento al subirme sobre su lomo.
A medida que avanzamos el sol va perdiendo altura, el color de la arena cambia.
Sin duda, este no es un buen momento para quedarnos sin batería en la cámara de fotos.



Fascinante, grandioso e ilimitado. Así es como se muestra el Erg Chebbi de Merzouga.
Las dunas parecen no tener fin en este museo al aire libre de esculturas móviles apiladas y moldeadas por el antojo del viento, tan altas como minaretes.
Es hora de volver. El campamento se ve más animado. Los kilims inundan el suelo y los cojines invitan a tomar asiento.
En el momento en el que el sol se esconde, la temperatura desciende unos cuantos grados,. No importa, en el centro una hoguera caldea el ambiente.
Nos ofrecen tajine. UUUUUUM! Y de postre un whisky bereber acompañado de sh’bakía (una masa con forma de flor y recubierta con miel). Me acuerdo de mi camello: QUÉ TUMERT!!! ; )
¡NOS ENCANTA EL TAJINE!
No es posible determinar el lugar exacto en el que se preparó por primera vez esta receta. Primero por el carácter itinerante del pueblo beréber y, segundo, por su antigüedad: su origen data del año 5000 A.C.
En realidad, su nombre se refiere al recipiente de barro cocido y barnizado en el que se hace y se presenta la comida, independientemente de los ingredientes que éste contenga.
Está formado por dos partes. La parte superior (en forma de cono)sirve como tapa para conservar el calor y los sabores de la comida, y la parte inferior (en forma de plato) es en la que se colocan los alimentos.
El Ras al hanut es el secreto del increíble sabor del tajine. Se trata de una mezcla de especias para la que no hay una receta escrita, si no que más bien depende de la elección del cocinero. Lo más habitual es que se componga de una mezcla de pimienta negra, cilantro, cúrcuma, jengibre, pimentón, canela en rama, nuez moscada, cardamomo y comino. Se utiliza para macerar la carne antes de preparar, lo que le da un sabor aromatizado e inconfundible y paro porque se me está haciendo la boca agua...
La noche en el desierto
¿Quién nos iba a decir a estas alturas que lo mejor estaba por llegar?
Los ritmos de los darbukas y timbales empiezan a caldear el ambiente, cuando de repente alguien grita:
Mirad al cielo!

OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOHHHHHHHHHHHHHHHHHHH
De verdad, no tengo palabras para describirlo. Una bóveda de estrellas se alza sobre nuestras cabezas. Las más brillantes que jamás hayamos visto. Parece que el cielo está cayendo sobre nosotros.
Y el baile continua: giros, saltos y las manos extendidas hacia el cielo como si en cualquier momento pudiéramos agarrar una estrella.
Integrados como auténticos nómadas del desierto, intentando aferrarnos a su cultura y costumbres, como si pudiéramos convertirnos en uno de ellos y disfrutar para siempre de esta experiencia mágica…
TANEMMIRT MERZOUGA!
En fin, ya podemos tachar en nuestra check list de cosas que hacer antes de morir la de «Bailar con bereberes bajo un manto de estrellas en pleno desierto».